Harta de tanta presión, tristeza, miedo y nerviosismo decidí que no podía vivir así y que tenía que escapar de todo esto, tenía que huir de mi vida
Me dirigí al escritorio, encendí el ordenador y me dedique a borrarme de todas la redes sociales, blogs, correos electrónicos y en general de todos los sitios donde la gente pudiera ponerse en contacto con migo. Una vez acabada la tarea cogí mi móvil, apunte los teléfonos que en el estaban en una pequeña libreta, terminada la acción le saque la tarjeta y la rompí, luego metí el móvil en mi bolso, junto con mis gafas de sol, mi cámara de fotos con su correspondiente objetivo, mi cartera, mi DNI, pasaporte, la libreta donde avía apuntado todo y el portátil con su respectiva funda. Antes de ponerme a otra tarea saque la caja que guardaba debajo de mi cama, donde guardaba todo el dinero que había estado ahorrando de pagas de navidad y cumpleaños desde hace tres años; lo metí todo en un sobre que guarde en el bolso.
Bajé la maleta de encima del armario y metí toda mi ropa y útiles de aseo dentro.
Agarre mi abrigo, me lo puse, me colgué el bolso cogí mi guitarra y la maleta y me dirigí a la estación de buses, una vez allí cogería el primer bus que me llevase a el aeropuerto.
Tenía claro a donde me dirigía, me iría a Washington. Una vez allí buscaría a Bill y empezaríamos la vida que una vez deseamos tener. Me acuerdo de su carta…
Querida:
No puedo continuar más aquí, no lo aguanto más. Sé que tú tienes tu vida aquí y por eso no quiero que vengas conmigo porque eso sería muy egoísta por mi parte así que me voy sin despedirme para que no sufras.
Si alguna vez decides marcharte, sin que yo sea el motivo, búscame; sé que sabrás donde encontrarme.
Te quiere, Bill.
Supe que Bill estaría en Washington cuando llego por error una carta donde venía la factura de su tarjeta, había un gasto que era de un viaje a allí.
Una vez en la estación, me dirigí al cajero más cercano y retire todo mi dinero, lo metí en el sobre y fui a la cabina para coger el billete de bus.
Tras 20 minutos de esperar al bus, mire por última vez a mi querida ciudad, respire hondo y subí al bus.
Me iba, empezaba una nueva vida, ¿me daba pena dejar cosas? Claro, pero el dolor que me proporcionaba el quedarme allí era mayor.